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La magia y las hazañas del globo aerostático

El deseo de volar ha sido una constante en la historia del hombre. A los primeros artefactos e ingenios voladores pronto les siguieron los globos aerostáticos. El padre Gusmao o Guzmán, los hermanos Montgolfier, el físico Jacques Charles, el español Agustín de Betancourt o el polifacético Lunardi, son algunos de los nombres que protagonizan las primeras hazañas del globo. A ellos hay que añadir algunos más recientes como el insigne Emilio Herrera o los aventureros González Green y Feliú. A todos ellos y a otros más, está dedicado este artículo que narra los momentos cumbres de la historia del globo.

Aunque en la mitología clásica aparecen relatos sobre vuelos de «hombres pájaros» como Ícaro y Dédalo, y en la Edad Media española encontramos intentos como el de Ibn Firnás (en la Córdoba musulmana del año 852), parece que el primer vuelo humano que salió airoso fue el que realizó a principios del siglo XVI un escultor encerrado en un torreón de la Catedral de Plasencia. Este artista gótico, Rodrigo Alemán, fue irreverente en sus atrevidas esculturas y el Cabildo catedralicio lo encarceló en una de las elevadas estancias del edificio por él deshonrado. Con la ayuda de materiales traídos por su ayudante y las plumas de las cigüeñas que por aquellas alturas anidaban, construyó unas alas imitando la forma de volar de esas grandes aves. Aunque alguna versión mantiene que murió en el intento, parece que logró escapar y que en este vuelo casi imposible resultó herido y falseó su muerte con el fin de evitar las represalias de la Inquisición.

La primera gran investigación científica sobre las posibilidades de que el hombre volara corresponde a uno de los grandes genios del Renacimiento, Leonardo da Vinci (1452-1519). Genio en muchas artes de la cultura y de la guerra, era solicitado y mimado por las grandes familias italianas. Proyectó todo tipo de maquinas para obras públicas, guerreras, para elevar cañones o lanzar proyectiles. Su «ornitóptero», está considerado el precursor del helicóptero. Como Rodrigo Alemán, Leonardo estudió el movimiento de las aves convencido de que el hombre podía volar. Tenía una paleta giratoria construida en espiral y hecha de lino almidonado que, según calculaba Leonardo, al girar muy deprisa lograría despegar por el principio de la elevación en vertical. La llamaba «hélice aérea» y la construyó en la Corte Vecchia de Milán cuando trabajaba en su catedral. Preparó este aparato volador en una torre lejos de las miradas de los hombres que allí trabajaban. A diferencia de Rodrigo, y dado que Leonardo podía escoger, decidió no hacer la prueba desde la torre sino efectuarla en un lago y utilizar un pellejo a modo de primer chaleco salvavidas de la Historia. Lo experimentó en 1506 y aunque el resultado no fue del todo satisfactorio, los medios de seguridad funcionaron y Leonardo, a diferencia de sus precursores, conservó su integridad física.

 

El llamado Padre Volador, construyó un globo mayor y ante la presencia de una gran multitud logró que se elevara con un pasajero el 8 de agosto de 1709

Hubo un italiano, Francesco de Lana, que además de profetizar que los pueblos emplearían las aeronaves como arma decisiva en las guerras, concibió en 1670 una barquilla sostenida por cuatro esferas metálicas. El fallo fue que no dio con el gas adecuado para llenarlas. El siguiente personaje, Bartolomeo Lourenzo Gusmao, también es otro latino aunque hubiera nacido en 1675 en las tierras ultramarinas de Santos, en la provincia de Sao Paulo en Brasil. Entre sus invenciones, una maquina de moler caña, una bomba para expulsar agua de los barcos sin intervención humana y finalmente el globo aerostático. Bartolomeo Gusmao, conocido en España como el Padre Guzmán, según el polígrafo Joaquín Costa, se formó en un seminario jesuita y fue el primer hombre que construyó un globo capaz de transportar personas.

EL PRIMER GLOBO

El padre Gusmao o Guzmán, licenciado en Derecho Canónico por la Universidad de Coimbra, construyó un globo en 1709 que llenó de aire caliente; era de reducido tamaño, lo que hoy llamaríamos una maqueta, y lo mostró ante el rey Juan V de Portugal en un salón de la Casa da India de Lisboa. El extraño aparato, ante el asombro de los asistentes, se elevó sin problemas y este gran éxito hizo que la reina animara a su marido para apoyar a Gusmao en hazañas mayores. El llamado Padre Volador, construyó un globo mayor y ante la presencia de una gran multitud logró que se elevara con un pasajero el 8 de agosto de 1709. La aeronave chocó con una cornisa rasgándose la tela que contenía el aire caliente, pero como la barquilla descendió lentamente, el pasajero no sufrió daños y se consideró un éxito. Más tarde, Gusmao preparó una nave mayor con capacidad para diez pasajeros a la que llamó Pasarola. Aunque el rey le concedió una cátedra en la Universidad de Coimbra, le hizo capellán-hidalgo de la Casa Real y le nombró académico, la Inquisición consideraba que el volar era cosa de «brujas y diablos» y encarceló a Gusmao.

Cómo había ampliado estudios de mecánica en Holanda esto le hacía doblemente sospechoso, pero compañeros de su orden le prepararon una escala para que pudiera descolgarse por la ventana de la prisión. Cuando los inquisidores fueron a su celda y no le encontraron dijeron «como es brujo, se habrá ido volando». En realidad, huyó a España el 26 de septiembre de 1724, estableciéndose en Toledo donde moriría. Un   poeta portugués, Tomás Pinto, le dedicó él siguiente verso: «Al padre Fray Bartolomeu Lourenzo Gusmao, el hombre volador, que ha huido por los aires, lo que se comprende bien, porque tenía un pacto con el diablo». La Inquisición destruyó sus planos y documentos pero, según Joaquín Costa, sus experimentos llegaron a conocimiento de los hermanos Montgolfier.

En España, Gusmao abandonó sus estudios y fue capellán del Hospital de la Misericordia donde falleció el 19 de noviembre de 1724. Según el ingeniero aeronáutico Antonio Fuente Vélez, fue enterrado en la Parroquia de San Román de Toledo donde su fama atraía a visitantes. En el primer Congreso Iberoamericano de Aeronáutica que se celebró en Madrid coincidiendo casi con el segundo centenario de su muerte, el entonces teniente coronel Herrera, gran aerostero y luego creador de la Ingeniería Aeronáutica española, propuso que los 21 países participantes visitaran su tumba y colocaran una placa en su honor, lo que tuvo lugar el 31 de octubre de 1926. La estela decía: «A Guzmán/Gusmao, precursor de la Aeronáutica remontando en globo el año 1709, sus hermanos de raza de 21 estados, visitaron su tumba y colocaron esta lápida». Debajo había un emblema de piloto, pero de aeroplano.

Pero si Gusmao murió olvidado en el siglo XVIII, en el XX tres países le reivindicaron debido en parte al Congreso Iberoamericano que organizó Emilio Herrera: Portugal, Brasil donde nació y España, su patria de acogida que le dio cristiana sepultura. Al final, Brasil tierra de otro gran pionero, Santos Dumont, estableció un Museo del Aire precisamente en Santos, su localidad natal y solicitó a España trasladar allí sus restos. Hoy la placa-estela ofrendada en 1926 por «sus hermanos de raza», se expone en el Museo Aeronáutico de Brasil. La reivindicación de Emilio Herrera devolvió la actualidad a Gusmao/Guzmán y las negociaciones entre España y Brasil para el traslado de su cuerpo y su estela influyeron en José Saramago que le convirtió en uno de los protagonistas de su libro Memorial del Convento. Poco se imaginaba Herrera cuando devolvió a la ciencia y a la historia a Gusmao, que él mismo acabaría exiliado, en gran parte olvidado en su tierra natal y especialmente marginado en el Museo del Aire.

 

LOS VUELOS DE MONTGOLFIER

Los vuelos más conocidos y considerados como origen de la aerostación, son los de los Montgolfier en Francia, el tercer estado latino en este campo. Joseph Michel y Jacques Etienne pertenecían a una dinastía de fabricantes de papel que llevaba cuatro siglos en el negocio mereciendo el nombramiento de proveedores de la Casa Real. Según se ha relatado, en 1782 cuando Joseph de 42 años estaba en Annonay, al sur de Lyon, viendo cómo por la acción de un fuego una camisa femenina flotaba en el aire, llegó a la conclusión de que el aire caliente elevaba las cosas. Otras versiones mantienen que fue el ver flotar el papel de un paquete de azúcar sobre el fuego de una chimenea. Después, acompañado de su hermano Etienne Jacques, de 37, comprobó que el aire caliente o el hidrógeno eran perfectamente retenidos por una envoltura de seda. Estos principios ya habían sido formulados 2000 años antes en Siracusa por Arquímedes, el inventor de las bombas incendiarias. Según Arquímedes, un globo o cualquier otro vehículo que contuviera una sustancia más ligera que el aire se elevaría hasta que su peso fuera igual a la atmósfera que lo rodeara.

Los Montgolfier empezaron probando con pequeños globos de papel que luego, en grande, recubrieron con seda. Poco tiempo después consiguieron que se elevaran a 305 metros y luego a 1.800, volando diez minutos y recorriendo dos kilómetros

Como Gusmao, los Montgolfier empezaron probando con pequeños globos de papel que luego, en grande, recubrieron con seda. Poco tiempo después consiguieron que se elevaran a 305 metros y luego a 1.800, volando diez minutos y recorriendo dos kilómetros. El siguiente paso fue volar sobre los tejados de París. Un competidor, el físico Jacques Charles, fue el primero en utilizar hidrógeno en lugar de aire caliente, ya que con menos gas podía levantar más peso. Charles con la ayuda de dos artesanos, los hermanos Robert que le auxiliaban en la construcción de globos, consiguió en el Campo de Marte se elevara un aerostato no tripulado. Uno de los atónitos espectadores fue el diplomático estadounidense Benjamin Franklin, inventor del pararrayos. El globo llegó hasta Gonesse a 24 km. de Paris, donde los campesinos asustados, creyéndolo un monstruo, lo recibieron a pedradas, le dispararon y acabaron destrozándolo. El Gobierno francés tuvo que publicar una proclama para avisar a los ciudadanos de que «los globos eran inofensivos, que serían cada vez mayores y se trataba de máquinas experimentales». El periódico Le Journal de Paris, rogaba a sus lectores que si se encontraban un aerostato informaran a la redacción de dónde y cómo se encontraba.

Los Montgolfier se trasladaron a París y empezaron a construir el tipo de globo que se popularizó: forma esférica en la parte superior para acumular el aire y forma de cono truncado en la inferior para introducirlo. Para ello tuvieron que construir una plataforma para sostener el globo mientras se inflaba. Era de gran tamaño, como una casa de siete pisos, ya que esta vez la prueba se iba a realizar en los jardines de Versalles, ante el rey Luis XVIII y la corte. Los operarios prepararon largas tiras de algodón y las cosieron y forraron del papel que fabricaban los Montgolfier. Para esta primera y multitudinaria ascensión en París, Etienne decidió que los pasajeros fueran animales para evitar la posible falta de oxigeno. Se preparó una jaula de mimbre con una oveja, un pato y un gallo. El 19 de septiembre de 1783 al soltarse el globo, una racha de viento lo inclinó hacia el suelo pero finalmente se elevó hasta los 520 metros para recorrer unos tres km y caer en un bosque donde una rama abrió la jaula. La oveja y el pato resultaron ilesos pero el gallo tenía un ala herida. Hubo alguna preocupación que se disipó cuando varios espectadores declararon haber visto en el despegue cómo la oveja pateaba al gallo.

Etienne manifestó a Luis XVIII que después de este feliz resultado el siguiente vuelo sería con personas. El rey comentó que debían ser presos a los que después se indultaría, pero un aristócrata, François Pilatre de Rozier, expresó su deseo de no dejar para delincuentes ese honor y se ofreció voluntario. Sólo tenía 26 años y ya era miembro de la Academia de Ciencias. Habló con el Marqués de Arlandes que pertenecía al círculo de la reina María Antonieta para que convenciera al rey. Arlandes lo consiguió pero exigió a cambió ser el segundo pasajero. El nuevo artefacto volador tenía un balcón circular en el que iban los tripulantes. El cesto del fuego que llenaba el globo iba suspendido por unas cadenas, llevaban leña para alimentarlo y calderos con agua y esponjas por si el globo se prendía. Este vuelo aunque no fuera el primero tripulado ha pasado a la historia como tal y tuvo lugar el 15 de octubre de 1783. Para más seguridad, el globo estaba atado y no quedaba a la merced del capricho del viento. Pilatre de Rozier estaba tan nervioso tras ascender a 25 metros que en el descenso saltó a tierra antes de que el globo estuviera sujeto; el menor peso, hizo que el artefacto volviera a subir hasta donde alcanzaba la longitud de la cuerda y se hubiera perdido de no estar atado.

Después, Pilatre de Rozier subió en globo cautivo a 64 metros, a 80 y por último dos veces a 98, una de nuevo acompañado por Arlandes. Ya se podía dar un paso más hacia el vuelo libre. El 20 de noviembre, el globo fue llevado a los jardines del Palacio de El Delfín en las proximidades del Bosque de Boulogne, donde acudió una gran multitud. El viento rasgó el globo pero pudo ser reparado y Arlandes y Rozier pudieron ver cómo la ciudad se empequeñecía. Tras 25 minutos de vuelo, aterrizaron a 8 km. del punto de partida con una complicada maniobra, ya que dos de las cuerdas que sostenían la barquilla se rompieron y el fuego provocaba pequeños agujeros en la tela del globo.

Las glorias de la aerostación británica se las llevaría Lunardi, quien puso a su globo algo que aparecería en muchas pinturas e ilustraciones de la época: dos alas y dos remos

Una de las circunstancias que colocaron a Francia a la cabeza del mundo de la aerostación fue la competencia entre constructores avezados. El profesor Charles y los aventajados artesanos Robert habían conseguido mejor aprovechamiento del hidrógeno y al no necesitar fuego a bordo su globo era más seguro. Su ascensión en Las Tullerías el 10 de diciembre de 1783 convocó a todo París, incluido Benjamin Franklin. Charles entregó a Etienne Montgolfier una pequeña maqueta de globo para que comprobara la dirección del viento. El otro tripulante era Noel Robert. Llevaban mantas para combatir el frío de altura y 7,5 kg. de arena como lastre para conseguir más altura. A las dos horas habían alcanzado 43 km. de distancia y Charles no contento con ello hizo bajar a Noel para alcanzar más distancia y altura. Llegó a los 3.000 metros y era el primer navegante aéreo en solitario. Vio dos puestas de sol y maravillosos paisajes, pero un fuerte dolor de oídos le obligó a soltar gas y aterrizar; estaba llegando a alturas peligrosas para el hombre. Un frenesí de fiebre aerostera invadió Francia; las tiendas vendían medallones, cajas de tabaco, empuñaduras de espadas con forma de globos, se escribían obras de teatro sobre el tema y se especulaba que los globos acabarían con las aduanas.

 

LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN

España fue la tercera nación que elevó un hombre a los aires. Algunos precedentes de dudosa documentación refieren el supuesto ascenso de un globo en los jardines del madrileño Palacio del Marqués de Santa Cruz, pero se trató de un globo de pequeño tamaño y no tripulado. También hubo en 1784 unas pruebas fallidas del español José María Alfaro en Jalapa y Tuxpan y finalmente en México. Aquí sí parece que consiguió que su «artefacto se elevara portando un pasajero hasta 2-750 varas,» según la Gaceta.

El primer vuelo español en globo tuvo lugar el 28 de noviembre de 1783 en la casa de campo del infante don Gabriel en Aranjuez, protagonizado por Agustín de Betancourt

Los especialistas en historia aeronáutica Ángel Pérez Heras y Carlos Lázaro, mantienen en La Aerostación en España que el primer vuelo español en globo fue el 28 de noviembre de 1783 en la casa de campo del infante don Gabriel en Aranjuez, protagonizado por Agustín de Betancourt y Molinas, creador del Real Gabinete de Máquinas y fundador en 1802 de la Escuela de Ingenieros de Caminos. Se basan en un informe del embajador austriaco en Madrid conde de Kausky, que estuvo presente y que en 1980 publicó el director del departamento de Filología Germánica de la Universidad Complutense, Hans Juretschke. Betancourt, miembro de la Academia de San Fernando, había tenido una beca real para estudiar en París Ciencias Naturales e Ingeniería, por lo que pudo seguir de cerca los progresos de los aerosteros franceses. En el Real Gabinete de Maquinas del Buen Retiro de Madrid tenía 263 modelos a escala y 297 planos.

Según cita Antonio Rumeu de Armas en Ciencia y Tecnología en la España Ilustrada (1980) el hoy famoso cuadro de El Prado Ascenso de un globo Montgolfier atribuido a Antonio Carnicero, pudiera reflejar el ascenso de Betancourt y no como se ha dicho el que realizó el francés Jean Bouclé el 4 de junio de 1784 en Aranjuez. Carnicero aficionado a la aeronáutica, pintó su obra años después del suceso por encargo del Duque de Osuna, dueño de un palacio muy cercano al lugar de la ascensión de Betancourt. Por otra parte, el vuelo de Bouclé fue un fracaso, ya que se precipitó al suelo y resultó herido de gravedad. El cuadro de Carnicero es de gran belleza y tamaño y representa un globo tipo Montgolfier alzándose airosa y majestuosamente ante la Corte. Al haberlo pintado con posterioridad a los hechos, Carnicero no refleja las estaciones pero por las vestimentas, capas y mantos, más indican el vuelo del 28 de noviembre de Betancourt que el realizado por Bouclé el caluroso 4 de junio.

El 27 de junio de 1889 recibieron la visita de la Reina Regente que pidió subir al globo bautizado María Cristina en su honor. Acompañada por el coronel Licer de La Torre Ayllón, ascendió hasta 300 m. convirtiéndose en la primera reina que subió en globo

Como el Museo del Prado tenía almacenado este cuadro, a pesar de que había sido portada de importantes libros escolares, el Museo del Aire de Cuatro Vientos encargó una copia al pintor Francisco Benítez. Más tarde y dado que Carnicero era discípulo de Goya, el Prado volvió a recuperar esta obra colocándola en un lugar de honor.

LAS ASCENSIONES DE LUNARDI

Vincenzo Lunardi, conocido en España como Vicente, nació en Lucca y formó parte del equipo que el Príncipe Caramanico llevó a Gran Bretaña como embajador en aquel país. Esto le permitió realizar, con sólo 25 años, la primera ascensión documentada en Londres; fue el 14 de septiembre de 1784 ante 150.000 espectadores y presidida por el Príncipe de Gales. Otro italiano, el conde Francesco Zambeccari, que había huido perseguido por la Inquisición, consiguió que el 4 de noviembre de 1783 desde una terraza londinense ascendiera un globo no tripulado ante una cierta indiferencia general. Zambeccari no tuvo suerte y arruinado regresó a Italia donde continuó su actividad aerostática sin demasiado éxito. El Rey Jorge III al ver el furor que las ascensiones levantaban en Francia, España e Italia solicitó a la Real Sociedad Británica que investigara sobre el tema, pero como el globo no era un invento inglés, la sesuda sociedad respondió que «de los globos no podía esperarse nada bueno». Este exceso de suficiencia ayudaría a Francia a ganar la Batalla de Fleurus gracias a la observación e informaciones obtenidas desde un globo.

Ante la indiferencia inglesa, sería un francés, Pierre Blanchard, quien en 1785 atravesaría por primera vez el Canal de la Mancha. Por ello las glorias de la aerostación británica se las llevaría Lunardi, quien puso a su globo algo que aparecería en muchas pinturas e ilustraciones de la época: dos alas y dos remos. Recorrió 38 km. y cuando aterrizó, los campesinos huyeron despavoridos ante aquel «caballo del diablo». Hizo vuelos a Glasgow y Edimburgo y le colmaron de honores, nombrándole capitán honorario de un regimiento inglés y de otro escocés. Uno de sus vuelos quedó inmortalizado en un grabado de la época (Museo de Londres); fue el que realizó en junio de 1785 al despegar del campo de San Jorge, llevando pintada en el globo la bandera del Reino Unido. Para este ascenso se reunió la gente más elegante, más concurrida y vistosa que había habido en aquellos espectáculos, según un testigo de la época. Pero la suerte «británica» de Lunardi, al que consideraban excesivamente codicioso y mujeriego, cambió en el verano de 1786 cuando la cuerda del ancla de su globo se enredó en un joven al que elevó provocándole la muerte. Esto acabó con sus exhibiciones comerciales inglesas.

Carlos III fue un gran impulsor de la aeronáutica en España, pero murió en 1788. Su hijo Carlos IV, que no tenía las cualidades de su padre, se dejó influenciar por el favorito Manuel Godoy que persiguió a personajes como Jovellanos, Agustín de Betancourt y a varios de sus principales discípulos en la Escuela de Ingenieros de Caminos. Muchos de ellos se exiliaron a Rusia donde fueron acogidos con gran interés por la familia del zar y donde realizaron importantes obras públicas. El exilio de Betancourt fue un freno a la aerostación española, que de nuevo tuvo que recurrir a extranjeros. Lunardi fue contratado en 1792 para actuar en España donde llegó a ser representado en un mitológico ascenso al cielo. Esta pintura de Kessel se expone en el Museo del Aire de Paris-Le Bourget.

La primera ascensión de Vicente Lunardi en Madrid tuvo lugar el 12 de agosto en el Parque del Buen Retiro a beneficio de los Reales Hospitales General y Pasión, y se cobró la entrada. En el cuadro de Carnicero, el globo aparece con unos dibujos bellísimos al estilo de los Montgolfier; abajo a la izquierda hay unas hileras de frailes y monjas, cuya disciplina contrasta con la alegría y dispersión de los elegantes cortesanos. El aeronauta lleva en la cesta dos banderas muy similares: la de la Armada y la nueva dispuesta por Carlos III; y en el centro, la Pontificia. ¿O una es la de Nápoles, idéntica en aquel momento a la de España? En los grabados de la época, el globo de Lunardi tiene rayas verticales y lleva sólo dos banderas. Se dice que despegando de los jardines del Buen Retiro en vuelo libre llegó hasta Daganzo, donde invitó a unas botellas de vino y fue alojado en casa del párroco. La segunda vez, el 8 de enero de 1793, despegó de la Plaza de la Armería junto al Palacio Real, llegó a Pozuelo del Monte Tajo, Lafuente y finalmente a Horcajo de la Mancha. La tercera ascensión fue el 3 de mayo de 1793, volviendo a salir de los jardines del Buen Retiro y aterrizando cerca de Vicálvaro.

LOS GLOBOS MILITARES ESPAÑOLES

El ejemplo de Lunardi animó a los militares españoles, y pronto bajo la dirección del capitán profesor de origen francés Proust, los cadetes de la Academia de Artillería de Segovia, Gayangos, Sahagossa, González, Fuertes y Rodríguez, construyeron un globo. Concebido como una excelente plataforma de observación de tiro, voló el 11 de noviembre de 1792. Este hecho llamó mucho la atención del rey Carlos IV quien pidió que le hicieran una exhibición de este globo militar en su residencia de El Escorial. Resultó un éxito y el jefe del Real Cuerpo de Artillería, el conde de Aranda, realizó un informe favorable. Sin embargo, ese día era cesado por la llegada de Godoy, nada amigo de la Ciencia de la Aerostación, al igual que su admirado Napoleón. El general francés eligió para el día de su coronación un globo que fue soltado en Francia; llegó hasta el sepulcro de alguien tan nefasto como Nerón y volvió a elevarse después de engancharse y dejar en el sepulcro parte de la Corona Imperial. Esto lo interpretó como un mal augurio y al minusvalorar el uso estratégico de los globos, dejó de usarlos, lo que sería fatal para su suerte.

Herrera había diseñado una escafandra autónoma y presurizada, como etapa previa a la carrera espacial. Esto le permitiría usar una cesta convencional en vez de una cabina, y hacer mejor sus observaciones

Tras las guerras carlistas y las contiendas independentistas de América Latina, incluida la llamada de los Diez años en Cuba (1868-1878), la aerostación militar española sufrió un importante retroceso. Sin embargo, las guerras europeas y la secesión americana, la devolvió a la actualidad y en 1888 España adquirió en Francia el llamado Tren Yon, llamado así por ser una caravana de vehículos de tracción animal en la que se incluía todo lo necesario para hacer volar un globo. En uno de los vehículos se transportaba el globo, en otro se plegaba, había uno para levantarlo y bajarlo mediante poleas, y otro para preparar el hidrógeno e hincharlo; además se disponía de una compañía de soldados pertenecientes al Batallón de Telégrafos de Ingenieros Militares, que se encargaba de los servicios. Pidieron permiso a la Corona para utilizar y fabricar hidrógeno en el lago de la Casa de Campo, y se trasladaron allí para hacer sus prácticas. El 27 de junio de 1889 recibieron la visita de la Reina Regente que pidió subir al globo bautizado María Cristina en su honor. Acompañada por el coronel Licer de La Torre Ayllón, ascendió hasta 300 m. convirtiéndose en la primera reina que subió en globo.

Pocos días más tarde apareció en el lugar de los ensayos la popular y castiza infanta Isabel, hermana del fallecido rey Alfonso XII, y le dijo al coronel La Torre: «¿A qué altura ha subido a mi cuñada la reina? A mi me tiene que subir a más». Y efectivamente la subió hasta 500 m. Desde entonces, como relata José Ortiz-Echagüe en sus memorias, la infanta Isabel se convirtió en firme valedora de los aerosteros y los aviadores, y hoy su palacio de la calle Quintana es la sede del Mando General del Aire. La cesta a la que subieron la reina y la infanta se expuso durante años en el Museo del Aire. Ahora se encuentra en el saturado Museo del Ejército de Toledo.

EL PRIMER DERRIBO ANTIAÉREO DE LA HISTORIA

Al estallar la segunda y última Guerra de la Independencia de Cuba 1895-98, España comienza reconquistando la casi totalidad del territorio, motivo por el cual el recién creado Servicio de Aerostación, al frente del cual estaba el legendario Pedro Vives, no fue enviado a Cuba. Pero tras la voladura accidental del acorazado Maine (lo que permitió a Estados Unidos acusar falsamente a España y declararle la guerra), se produjo en Las Lomas un hecho insólito: el derribo por parte de las fuerzas españolas de un globo militar; era el primero de la historia. El 2 de julio de 1898, 450 españoles del batallón 52 de Talavera, 2º de cazadores de Puerto Rico y voluntarios de Santiago, al mando del coronel Vaquero, resistieron en Las Lomas de San Juan tres ataques norteamericanos en los que participaban 6.000 hombres. Tras caer el general y los dos coroneles que los mandaban, alzaron un globo de observación tripulado por el teniente coronel de ingenieros Derbi y el teniente Maxwell con la idea de buscar un camino alternativo. Como los españoles tenían dos modernos cañones Krupp, que dirigía el capitán De Antonio, al cuarto cañonazo consiguieron alcanzarlo, si bien los americanos ya habían descubierto el camino alternativo.

El globo descendió lentamente y Maxwell y Derbi llegaron ilesos a tierra cuando ya los españoles se habían quedado sin munición, los soldados se defendían con las bayonetas y los oficiales con sus pistolas. España perdió sus islas antillanas pero pasó a la historia por haber realizado el primer derribo antiaéreo. De este hecho, el Museo del Aire expone un grabado cuyo original se conserva en la Biblioteca del Congreso de Washington y un uniforme del batallón de Puerto Rico. Dicho uniforme perteneció a Juan Pérez F. Lavandera, que participó en la acción y fue bisabuelo del autor del artículo.

 

EL SIGLO XX Y EL INVENTO DE LA ESCAFANDRA

Ya en el siglo XX, el Servicio de Aeronáutica que dirigía Pedro Vives usaba globos cautivos tipo Cacot o Percibal, mientras que los globos libres disponían del paracaídas inventado por Garnerin en 1797 y de sistemas rápidos de desinflado que evitaban ser arrastrados al mar o contra cualquier accidente geográfico y no depender del lastre. En abril de 1902, el capitán Francisco de Paula Rojas inventó el estatoscopio, aparato que indicaba al globo si ganaba o perdía altura. El 25 de octubre el capitán Emilio Jiménez-Millas, acompañado de los tenientes Fajardo y Salvador Pruneda, demostró el buen funcionamiento de este aparato volando en el globo Marte durante ocho horas, desde Guadalajara hasta Salamanca. Importante fue también la participación de la unidad de globos, a las órdenes del capitán Gordejuela, en las proximidades de Melilla durante la campaña de 1909. Allí tomaron parte activa, entre otros, el general Marina y el capitán Emilio Herrera Linares (1879- 1967).

Herrera pilotó el avión que hizo la primera travesía transcontinental española Tetuán –Sevilla, creó el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, y fundó, dirigió y construyó, con Antonio Flórez y Eduardo Torroja, la Escuela de Aerotécnica, primera de España en ingeniería aeronáutica. Después de intentar crear la Línea de Dirigibles Sevilla-Buenos Aires, decidió volver a los globos preparando una ascensión a la estratosfera. En 1932 los profesores Auguste Piccard y Cossyns habían alcanzado los 16.940 metros en una cabina hermética de aluminio. En 1934, su hermano gemelo Jean-Félix Piccard y su esposa Jeanette Ridlon llegaron a los 17.500 metros, pero parte de sus logros no fueron homologados por no disponer de una escafandra presurizada para las mediciones. Herrera estaba impresionado por la muerte en 1927 del capitán Molas que, pese a disponer de un traje de altura y un sistema de respiración Draeger, falleció en su globo al helarse el conducto del respirador cuando el barógrafo marcaba 11.000 metros. Por ello, había diseñado una escafandra autónoma y presurizada, como etapa previa a la carrera espacial. Esto le permitiría usar una cesta convencional en vez de una cabina, y hacer mejor sus observaciones. Según Carlos Lázaro, que ha estudiado bien estos temas, contó con el apoyo de Blas Cabrera, Arturo Duperier y Juan de La Cierva.

La escafandra que diseñó Herrera era parecida a las de los buzos pero tenía un fin contrario, ya que en el mar la presión procede del exterior y en el espacio se produce de dentro hacia fuera. El equipo se construyó en Guadalajara y el globo se bautizó Cuatro Vientos. El traje interior de la escafandra aún se conserva.

La prueba se había fijado para octubre de 1936, pero el estallido de la guerra lo truncó. Herrera, que quería hacer su experimento, habló con el Ministro de Marinas y Aire, Indalecio Prieto, quien le contestó: «Para experimentos de globos estamos nosotros ahora». En su exilio en París tanto alemanes como estadounidenses quisieron contratarle pero por diversas razones no aceptó; a Estados Unidos le exigió que se colocara una bandera española en la Luna. Sin embargo, su discípulo el ingeniero Manuel Casajusi si aceptó recibiendo como premio una roca lunar. Herrera murió pobre y en el exilio el 13 de septiembre de 1967, siendo insuficientemente reconocido y recordado.

LAS TRAVESIAS MODERNAS

En España todos los años hay competición nacional de globos deportivos, un espectáculo bellísimo donde globos de todos los colores se desparraman por el cielo formando un gigantesco arco iris en movimiento. A finales del siglo XX y principios del XXI, se consiguieron importantes record mundiales aunque en el intento de realizar nuevas proezas siguieron muriendo aerosteros importantes como Fosset. Pero para finalizar, vamos a centrarnos en una gran hazaña española: la primera travesía Este-Oeste por la zona más ancha y larga. Por la rotación terrestre, es mucho más fácil la travesía América-Europa que al contrario y por ello nunca se había hecho en globo. La primera desde América la realizaron en 1978 Newman, Abruzo y Anderson en el Double Eagle II, después de un notable fracaso anterior. Despegaron el 11 de agosto de la isla de Presque, en Maine, y llegaron el 17 a Misery, en Francia.

Coincidiendo con la Conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América, nuestros héroes fueron el periodista y aventurero sevillano Jesús González Green, varias veces campeón de España de aerostación, y su joven sustituto en el título, el catalán Tomás Feliú. El globo fue bautizado Ciudad de Huelva en honor de la capital de la que partió. Para facilitar la salida eligieron la isla de Hierro y allí, en el cráter apagado Hoya del Morcillo, establecieron el lugar para alzar el vuelo.

Utilizaron una cabina para un globo AM7 tipo Rozier mixto y cuando procedían a hincharlo, una racha de viento rasgó la tela que tenía una capacidad de 1.700 metros cúbicos de gas. Hubo que repararlo apresuradamente, tuvieron que reducir las bombonas de oxígeno de 20 a 8 y eliminar carga. Despegaron el 10 de febrero de 1992. Durante el día, la acción del sol hacía que el globo se elevara a gran altura y los aeronautas necesitaran oxígeno, mientras que por la noche la cabina rozaba las crestas de las olas. Como equipo llevaban un teléfono vía satélite Magnavox, una radio HF, una radio-baliza Argos y un GPS. Una fuerte tormenta, que les acompañó durante 600 km, les cargó con unos 200 litros de agua. Después ascendieron hasta 17.800 pies, ya que el equipo que disponían para evitar que el sol les subiera a gran altura, unas mangas para llenarlas de agua de mar, no funcionó. Por fin el día 14 aterrizaron a 14 km. de Maturin, Venezuela, en las proximidades del Delta del Orinoco; para evitar caer al mar tuvieron que arrojar las colchonetas. Habían volado 130 horas y 19 minutos, recorriendo 5.093 km. Batieron nueve record mundiales de tiempo y de distancia; el de altura con 17.800 pies no fue homologado por carecer de barógrafo. El globo y la cabina del Ciudad de Huelva fueron expuestos en la EXPO-92. Actualmente, la cabina y el generador restaurados se exponen en el Museo del Aire, y el globo, en la Fundación Alfonso de Orleans.

Fosset, el tristemente desaparecido aeronauta, hizo otra travesía siguiendo la más fácil potación terrestre. El magnate de Virgin Branson, con grandes medios y los mejores técnicos, dio por primera vez al mundo en globo. Pero yo sigo quedándome con nuestros González Green y Feliú.